El edificio y su arquitectura
A lo largo de su larga vida el Museo se alojó sucesivamente en las celdas altas del Convento de Santo Domingo, en la Manzana de las Luces y algunos edificios de la plazoleta de Monserrat, hasta instalarse definitivamente en 1937, en el edificio que hoy ocupa.
Fue construido de acuerdo a los cánones arquitectónicos y conceptos museológicos vigentes en la primera mitad de este siglo. Esto lo convierte, aún hoy, en uno de los pocos Museos argentinos que cuenta con un edificio concebido para su función específica.
Los buhos, símbolos de la sabiduría, que flanquean las ventanas del primer piso y las arañas de bronce en sus telas que adornan las puertas, son sólo algunos de los numerosos motivos decorativos de interés, que el visitante puede descubrir durante su visita.
El presente edificio es solo una tercera parte del proyecto original, y muestra en los detalles decorativos y ornamentales temas basados en la flora y fauna autóctonas.
Todos estos artistas fueron renombrados escultores argentinos, algunos de ellos como Alfredo Bigatti y Donato Proietto con abundante actuación en el país y en el extranjero, donde merecieron destacados premios.
En el vestíbulo de entrada se puede observar la balaustrada de la escalera que reproduce en hierro forjado caracoles de tierra estilizados, y una escultura que representa unos monos trepando a un tronco. Podemos apreciar, ahora desde adentro, las arañas en sus telas que decoran las puertas, motivo que también se repite en las rejillas de aireación.
Sobre las puertas interiores que dan acceso a la Sala de Mineralogía y Geología y al Acuario, hay altorrelieves que muestran respectivamente a un perezoso y a un puma. Las ménsulas que sostienen las vigas tienen forma de murciélagos.
Preside el vestíbulo un busto de Bernardino Rivadavia, fundador del Museo.